Amado entre Gabriela y DoÑa Flor

Si bien es cierto que en sus primeras novelas fue más notoria la intención  política que el amor y el respeto por la gramática, escribiendo como le viniera en gana, la prosa de Jorge Amado es siempre una de las más fluidas, pictóricas y expresivas de la lengua brasileña. Un poeta en todo el sentido del concepto, cuyas historias rebosan de lirismo cuando traza la vida de la gente apartada, los estibadores, fanáticos religiosos, cocineras, sacerdotes de macumbé, borrachos, policías, soldados, autócratas señores cacaoteros, pescadores, tramposos, prostitutas y bandidos -generalmente negros-: la crema de la sociedad de una región de Brasil que conoce perfectamente: Bahía. Un novelista de las costumbres de la oligarquía y de las clases populares que ha descrito, con ferocidad y  vividos detalles, las relaciones hombre-mundo, de unos personajes con sentimientos que aún llamamos primitivos y que ha dado, a las creencias populares y a los ritos afro brasileños, el lugar que merecen en su propia historia, haciendo del candombe,[1] por ejemplo, una de las bellas expresiones del alma de la nación.

Amado pudo convertirse en un escritor popular gracias a la conciencia que tuvo desde joven acerca del instrumento que usaría para dar cuerpo a sus historias. En un artículo publicado en Buenos Aires en 1942, Liberación lingüística de la literatura brasileña,[2] luego de afirmar que hasta 1920 los escritores brasileños hablaban la lengua del pueblo pero escribían en la lengua de Portugal, reconoce a los Modernistas el esfuerzo en sentido contrario,  así terminaran, .

Amado ve en la Revolución de 1930 el momento en el cual la literatura nouveau-riche de los Modernistas fue sustituida por unas literaturas escritas por y para el pueblo. Esa generación de ensayistas y narradores trató asuntos que interesaban al común de los mortales y transformó la lengua hablada en un noble instrumento literario.

Estamos haciendo -concluye Amado- de esa lengua de negros, mulatos, italianos, franceses, españoles, holandeses, ingleses, indios y portugueses un instrumento literario de una nobleza y una belleza extraordinarias.

Influenciado por las ideas de su amiga Raquel de Queiroz escribió Cacao (1933), sobre la explotación de los negros y mulatos en el sur de Bahía. Una novela amarga, como Sour (1934), que trata de la vida de prostitutas y gamines de Ladeira do Pelhourinho, espléndido ejemplo de historia colectiva retratada en un horrendo inquilinato que se convierte en el protagonista.

Jubiabá (1935) está centrada en la lucha de Antônio Balduíno contra la injusticia; un negro boxeador que pierde su batalla pero representa el  futuro, mientras el brujo Jubiabá simboliza el pasado africano en un medio de ambientes portuarios y de favelas, lleno de necesidades y opulento en pasiones. A través de Jubiabá se presentan los ritos y los dioses, los caminos de santidad y sabiduría mediante los cuales Antônio Balduíno asciende desde su mundo primitivo e individual hasta la obtención de una conciencia de clase que le hace incorporarse a las luchas sociales y comunitarias. Un camino que representa la libertad.

Para Amado la liberación debe pasar siempre por el compromiso social. Jubiabá es una novela de iniciación donde el héroe recibe como recompensa la vastedad y esperanza que ofrece la mar, el agua interminable.

En el prólogo que puso a la edición inglesa de Terras do sem fim(1943) dice Amado que las tierras del sertón bahiano fueron fertilizadas con sangre: tierras bárbaras donde reinaban el bandidaje y la muerte, el odio implacable y las más crueles venganzas. Amado, cuyo padre cultivó cacao en esas inhóspitas regiones del interior de Ilhéus, fue testigo en su niñez de la violencia que se desataba entre las facciones que se disputaban la tierra.

Terras do sem fin  está exenta de las fuertes cargas políticas de sus novelas anteriores. El relato y la acción atrapan al lector por su alto contenido dramático. En un barco, O navío, hacen el viaje de Bahía a Ilhéus el falso capitán João Magalhães, Margot, Juca Badaró, Maneca Dantas y otros personajes que tomarán parte en la historia. El recuento de las luchas entre las familias fazendeiras de los Badaró y el Coronel Horacio Silveira, disputándose las tierras de Sequeiro Grande, un gran bosque adyacente a sus propiedades. En el retrato que Amado hace de los latifundistas no hay distorsiones interesadas ni son satíricas. Los Badaró, aristócratas de la tierra, como el rudo y plebeyo Horacio están retratados desde su intimidad y con comprensión acerca de sus luchas, como cuando el mayor de los Badaró consulta en la Biblia para tomar decisiones o las escenas que describen la relación del Coronel y su joven esposa. Las intrigas políticas tejidas durante el relato, las descripciones de los Tabocas, los trabajadores, las prostitutas hacen que el libro trasunte gran vitalidad. Amado ha hecho un espléndido retrato de las plantaciones cacaoteras con su mundo turbulento, sus héroes y villanos, potentados y explotados, sus putas y santos, la gente común y sus fantasmas. Un libro que es al tiempo poema, cuento folklórico, una ruda historia y una obra de arte. Carlos Fuentes[3] ha comparado esta novela con las sagas occidentales y a sus personajes con las figuras míticas del mundo épico, donde si el destino es irremediable, lo que hay que hacer es precipitarlo siempre.

[1]El candombe es un culto altamente ritual y formal de origen africano, traido a Brasil por los esclavos del reino Yoruba. Teniendo como centro de su desarrollo a Bahía, el candombe usa del lenguaje yoruba llamado nagô en Brasil, de deidades africanas que son veneradas y de cantos y rezos muy parecidos todavía a los que se usan en Africa y que a la postre han reforzado sus prácticas. La mayoría de los militantes del candombe se consideran también católicos y santos católicos gozan de iguales privilegios que otras divinidades del culto. Xangó, dios del entendimiento tiene a su par en San Jerónimo; Ogun, dios de la caza, a San Antonio. Contrario a lo que se cree, el candombe no es un rito orgiástico. Recibe también los nombres de xangó, macumba y vudú, dependiendo donde se practique, sea en Permanbuco, Rio o Maranhão.

[2]Sur, nº 89, Febrero, 1942.

[3]Book Week, July 11, 1965.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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