CECILIA MEIRELES

Quizás la más notable poeta brasileña del siglo y uno de los espíritus más refinados y estrictamente modernos, Cecília Benevides de Carvalho Meireles (Río de Janeiro, 1901-1964) excluyó de su Obra poética (Río de Janeiro, 1963), sus primeros volúmenes [Espectros (1919), Nunca mais... e Poema dos Poemas (1923) y Baladas para El-Rei (1925)] por considerarlos «la etapa epigonal» de su poesía.

Meireles reclamaba Viagem (1939) como el libro que inició su carrera poética. En estos poemas no está más el sentimentalismo ni la monotonía rítmica y tonal que debilitaba su canto. También el uso de sustantivos abstractos es contenido, sin atenuar la profunda emoción y el sentido de soledad y abandono característicos su poesía. Los estados de su alma polivalente son auscultados ahora con nuevas expresiones que indiquen la conciencia definitiva de la fugacidad. A partir de este libro Meireles entabla una querella con los hombres y la vida misma, una amarga queja por el engaño que es vivir. Incredulidad y desencanto son apenas los desalientos que deja la finiquitud. Entonces Meireles decide acogerse al único de los mundos posibles: la imaginación, la poesía, tierra de la realidad y eternidad.

En Vaga Música (1942), Mar Absoluto e outros poemas (1945) y Retrato Natural (1949) su poesía continuo avanzando hacia un implacable virtuosismo, con una creciente preocupación con la imagen del mar, sugiriéndo «la plástica fluidez y adaptabilidad de su personalidad interior». El cambiante mar es al tiempo continua presencia que revela el enigma de lo que entendemos por realidad. En la bruma y la fragilidad se reconoce: su poesía será testimonio de lo inefable, ese punto inasible donde el dolor se hace lucidez.

Y alrededor de la mesa, nosotros los vivientes,
comíamos y hablábamos, en aquella noche extranjera,
y nuestras sombras por las paredes
se movían acompañadas como nosotros,
y gesticulaban, sin voz.

Eramos dobles, éramos triples, éramos trémulos,
a la luz de los mecheros de acetileno,
por las paredes seculares, densas y frías,
y vagamente prodigiosas.
Más que las sombras éramos irreales.

Sabíamos que la noche era un jardín de lobos y de nieve.
Y nos gustaba estar vivos, entre vinos y brasas,
muy lejos del mundo,
de toda presencia vana
envueltos en mantas y ternura.

Hoy todavía me pregunto por el singular destino
de las sombras que se movieron juntas, por las mismas paredes.
¡Oh!, las sin melancolías, sin peticiones, sin respuestas...
¡Tan evasivas!, enlazándose y perdiéndose por el aire.
Son ojos para llorar...

(Nosotros y las sombras, trad., de Marisela Terán)

El hombre, en los poemas de estos años, es un ser aislado y extraviado que hace guerras, vive de los prejuicios y entre el miedo y carece de ambiciones. Exponente genuina de la «poesía pura» y el mejor de sus representantes, nunca deja que esta tendencia oculte sus preocupaciones religiosas o nacionalistas. Su mundo es de un secularismo que produce dolor, tan indigente y desnuda está el alma en sus poemas que Dios, ha muerto o está sordo y sin esperanza de cura alguna. Uno de los temas en que insistió en los últimos de sus libros fue la muerte. Especialmente en Elegia (1949), testimonio de su intenso pensar ante la materia, símbolo palpitante de la fugacidad. Y el nacionalismo, como otro testimonio de la rutura entre el alma y historia en occidente. Romanceiro de Inconfidência (1953), recorre los actos de la insurrección contra Portugal de Vila Rica que concluyó con la ejecución de Tiradentes a finales del dieciocho. La justicia y la libertad no podrán alcanzarse mientras el poder esté en manos de crueles y corruptos.

Aunque influyó y fue afectada por muchos de los movimientos literarios de su tiempo, permaneció siempre como un poeta que vive al filo de las escuelas literarias, conservando preferencias por las abstracciones, el culto por la belleza incorpórea, un profundo y refinado sentido de la visión y el uso de efectos musicales y pictóricos en el poema.
Carlos Alberto de Carvalho Meireles, su padre, funcionario del Banco de Brasil,  murió tres meses antes de su nacimiento y su madre, Matilde Benevides, maestra de escuela,  tres años después. Fue criada por su abuela en una inmensa casa, rodeada de «silencio y soledad», que dejarían en ella un permanente sentido de abandono y desolación, pero también le permitió alimentar su imaginación y su hambre de comunicación. Fue una niña brillante y hábil versificadora. Asistió a la escuela normal de maestros de Río y en 1916 se hizo maestra de escuela primaria. Continúo con su educación estudiando lenguas y literaturas, teorías y métodos educativos, música, folklore, las civilizaciones orientales, etc. En 1922 contrajo matrimonio con el pintor Fernando Correia Dias.

Por estos años se vinculó a los poetas modernistas de Río que publicaron Festa (1927-1929 y 1934-1935), haciendo que se interesara por la poesía portuguesa, cuyo simbolismo es bien diferente del francés gracias al concepto, intraducible, de saudade. El Modernismo de los poetas de Festa fue más equilibrado y meditativo que aquel postulado por los futuristas y vanguardistas de São Paulo y la Semana de Arte Moderna. El grupo modernista de Río ha sido descrito como «Tradicionalismo dinámico». Sus consignas incluían velocidade (velocidad en la expresión más que libertad formal), totalidade (ninguna forma de la realidad debía ser excluída), brasilidade (atención a la naturaleza y costumbres del Brasil) y universalidade (universalidad). Todos esos elementos son evidentes en Viagem (1939) y en sus libros posteriores.

En 1934 dio conferencias sobre literatura brasileña en las universidades de Lisboa y Coimbra. Entre 1935 y 1937 enseñó literaturas luso-brasileñas, literaturas comparadas e historia y filosofía oriental en la recién fundada Universidad Federal de Río. En 1940 fue profesor visitante de literatura y cultura brasileña en la Universidad de Texas. En los últimos años de su vida viajó extensamente ofreciendo conferencias sobre temas brasileños en Asia (había aprendido por sí misma hindi y sánscrito), América Latina, Estados Unidos y Europa. Su encuentro con otras culturas influyó en su obra, y los viajes mismos le ofrecieron no pocos temas para sus poesías. Escribió también un buen número de obras de teatro, libros para niños, notables ensayos e influyente crítica literaria. Fue una prolífica colaboradora de periódicos y semanarios, y durante un tiempo fue editora en asuntos educativos del Diario de Noticias de Río. Entre sus traducciones figuran obras de Maeterlink, García Lorca, Anouilh, Ibsen, Tagore, Rilke, Virginia Woolf y Pushkin. Tuvo tres hijas de su primer matrimonio, y una más del segundo. Otros de sus libros son Poemas escritos na India (1962) y Solombra (1963).

Véase Kovadloff, Santiago: Cecilia Meireles, entre lo secular y lo sagrado, en Cuadernos Hispanoamericanos, nº 463, Madrid, 1989. Meireles, Cecilia: La materia del tiempo, traducción y prólogo de Maricela Terán, México, 1983; Poemas, introducción y selección de José de Souza Rodríguez, traducción de Ricardo Silva Santisteban, Lima, 1979. Zagury, Eliane: Cecilia Meireles, Rio, 1973.