Como la comadre de Bath

Tú, como la comadre de Bath,
vuelve tres veces a Jerusalén,
visita de nuevo Colonia,
respira el aire de incienso
del botafumeiro de Santiago,
en Compostela.

Habrás conocido cómo la carne importa
—tanto o menos—
que las emociones de Bracciolini
al descubrir los antiguos manuscritos
llenos de polvo, basuras y dientes de ratón.

La ruina de tu tiempo
es igual que los restos
de esa ciudad de salas derruidas.

Harold Alvarado Tenorio