A través del vidrio
Un río.
    
Inmensas montañas, nubes paseantes
      de vibraciones, el verde, el gris y el azul.
    
Ciudades, cúpulas, ventanas ancianas de mirar el
      paso del hombre.
    
Ojos de joven, cuerpos de jóvenes sobre las
      modernas esteras.
    
El mar Caribe, el verde fuerte,
      cúpulas, miserias, soledades.
    
En cualquier plaza
      dos muchachos se miran
      más allá del corazón
      los brazos y las ingles.
    
En cualquier cuarto
      un cuerpo se une a otro
      para permanecer
      Se abren los vestidos, se entienden
      las señas más pobres
      sin saber qué desean
      si buscan la carne o la amistad
      si la soledad del mundo.
    
Cuerpos donde la limpieza no importa
      ni el agua ni el perfume es necesario.
    
El cuerpo pide siempre más allá del olfato,
      de la pintura del rostro,
      los ojos piden más que cualquier mano,
      el falo y la vagina saben un lenguaje
      más fuerte, más severo, más exigente.
      
      Antepasados
      lejanísimos parientes
      flotando en balsas de oro
      que son un sueño trayendo la desgracia.
    
Sin saber nada
      construyeron el dolor, la derrota, el fuego
      quemando los pies.
    
Formas de pájaros, picos de pájaros, pieles de
      pájaros,
      rostros de rabia, arrugados, mostrando los
      dientes invisibles.
    
Estelares cabezas cargadas de pepitas de brillo
      aretes perforando la respiración, aretes más
      pequeños que la oreja herida.
    
Allí donde estuvieron un muchacho juega con su
      perro.
    
Miran los dos, amo y amado,
      una bola de cuero detenida en el aire azul.
    
O estas, vestidas con la herencia de lana traída
      de Rúan,
      la hija de la mano, el niño en la cadera y el
      viento
      meciendo sus cabellos.
    
Pobrezas, bellos rostros, balcones, balcones,
      esquinas de memoria.
    
Le viste
      entrada en la mañana.
    
El sucio bar, los borrachos hambrientos.
    
Bastó la frase aquella, no te vayas,
      y el cuerpo se entregaba a los placeres.
    
Ni alma ni moral ni condiciones
      nosotros nos sabíamos vistos
      conocíamos las caderas el beso agradable
      la deliciosa oreja las piernas altas dejando el
      sitio libre
      Donde un cuerpo se sabe acariciado.
    
Tierra nuestra
      trabajada para nada y para pocos,
      ríos y puertos inundados de sol,
      miseria de los trajes miseria de los pies,
      ríos como puñales hiriendo la tierra.
    
Sonrientes, pensativos Yaunas pacientes,
      laboriosos,
      levantando sus casas tejiendo sus miserias con
      fibras vegetales
      orquídeas, dátil rojo, hojas de la victoria que
      sólo veis vosotros
      monos nocturnos, osos hormigueros, garzones,
      tigres, boas,
      tortugas pensativas, chigüiros —semejantes del
      mundo de los dientes—
      Tierra que nada deja
      y sin embargo el sexo.
    
En un principio innecesario hablas de ti.
    
Vena de la lengua que no para
      miseria del ombligo que no cesa el ritmo de la
      vida,
      corazón, bellota del seso,
      hablas de ti,
      ya que no eres.