Tango
Valiente  y hermoso
      no  pudo la muerte malgastarte.
Mis  labios 
      te  hacen inmortal:
      te  he amado mucho.
Sin falta recuerdo
      el fulgor de tus ojos
      la magnolia de tu piel
      tu  sonrisa de malevo
      tu rítmico andar
      y  esa manera de engañar
      que sólo en ti perdono.
No volverás,
      ya lo sé.
      
Tampoco soy el mismo
      que  amaste.
      
El daño y las penas
      han hecho de mi un despojo 
      y de mi alma
      una errante sustancia.
Y  entonces
      de  repente
      en  un café
      de  Alvear con Uriburu
      apareces.
Te  veo llegar,
      me  buscas
      y  como si nunca hubieses partido
      me  saludas
      y  sonríes desde esa eternidad
      donde  te amo.
Vana  es la muerte
      para  quien sobrevive
      y  sigue amando.
Vana también la vida.